Más de 15.000 latinos en Williamsburg y Greenpoint han sido desplazados en los últimos 15 años dejando pocos negocios y organizaciones locales en el área. Damos un recorrido por unos espacios para conocer cómo la identidad puertorriqueña persiste pese a los cambios.

BROOKLYN — Desde el borde de Greenpoint hasta la calle de Broadway, la Avenida de Puerto Rico lleva décadas de herencia. Paralelo a esta calle histórica existió la tienda familiar La Borinqueña. El negocio era un elemento fijo en la comunidad, conocido por sus sándwiches de pastrami y sus  dueños puertorriqueños multigeneracionales. Después de 40 años de servicio, el propietario Aurio Moya tuvo que dejar el negocio en 2013 por el rápido aumento de los precios en la zona. Hoy, el edificio tiene una fachada sin rastro de su pasado puertorriqueño. 

A través de los años, la gentrificación en el área de Brooklyn ha resultado en un gran desplazamiento de boricuas: los puertorriqueños de primera generación en Brooklyn se han reducido del 41,1% al 29,3% entre 1990 y 2010, precisan datos del Center for Latin American, Caribbean & Latino Studies de CUNY. Este barrio atrajo en los 60 a puertorriqueños que recién llegaron al área por nuevas viviendas asequibles y oportunidades de trabajo en fábricas como la icónica Domino Sugar Factory. Para muchos boricuas, Williamsburg era una vía hacia el sueño americano, describe el Center for Puerto Rican Studies de CUNY. En el 2014, donde quedan los restos de la fábrica, “los apartamentos rondan los $1.450 por pie cuadrado, que es comparable a los precios de los nuevos desarrollos en algunos vecindarios de Manhattan”, como reportó el New York Times.

Pero aún existen varios espacios que se han resistido a esos cambios con su cultura y presencia.

Esa sensación, de una cultura que persiste pese a los cambios, es la que uno siente al transitar por los espacios boricuas en Williamsburg.

A raíz de la Gran Depresión una multitud de puertorriqueños llegaron a Williamsburg en los años 40 y 50 buscando trabajo. En los 70 y 80, fue conocido como Los Sures, un vecindario que evocaba la identidad, la cultura y la creatividad boricua plasmada en la película Living Los Sures. En los años 90 la gentrificación avanzó, haciéndose notar en los aumentos de precio para rentar un apartamento. 

“Hace tiempo una persona pagaba (por rentar un apartamento), por ejemplo, $600 al mes y ese número ha cambiado astronómicamente”, comentaba un dueño de negocio en el área, Radamés Millán. “Ahora hay que hablar de $3.500 por un apartamento pequeño”. De acuerdo con cifras de 2019 de Churches United for Fair Housing, más de 15.000 latinos en Williamsburg y Greenpoint han sido desplazados en los últimos 15 años. “Los pocos que quedan es porque tienen acceso a viviendas asequibles”, dijo el concejal Lincoln Restler del Distrito 33.

Los negocios

Banderas de Puerto Rico se pueden encontrar afuera de San Germán Record Shop.

Las solicitudes de desalojo privado en Williamsburg y Greenpoint alcanzaron un pico de más de 1.400 en 2019, según Core Data NYC. Este aumento, junto con los drásticos ingresos por vivienda de hasta $103.280 en el área, han expulsado a la mayoría de los negocios locales.

Pero aquellos que se han sostenido basaron su modelo de negocio en un enfoque arraigado en la propiedad familiar y en necesidades de la comunidad, de acuerdo con un informe de Business Improvement District. Graham Avenue es uno de los Business Improvement Districts (BIDs) en Nueva York. Cada año, la ciudad destina presupuestos a los BIDS para mejorar su distrito. El Graham Avenue se estableció como una de estas calles de comercio que intenta conservar negocios locales, y traer más puestos de negocios. 

Desde hace 56 años Radamés Millán, fundador de San Germán Record Shop, ha mantenido  su tienda de discos en la calle Moore. Millán compartió que su éxito proviene de sus constantes clientes. “Tenemos la suerte que aquí han pasado tantas generaciones que recuerdan que estamos aquí y eso nos ayuda a sobrevivir”, dice Millán.

Como explica Carlos Vargas-Ramos, experto en estudios puertorriqueños de Hunter College, “Los cambios de los años 90 en que los puertorriqueños empezaron a ocupar la clase media, causaron que la segunda o tercera generación ​​ocuparan otras ramas de trabajo en la ciudad”. Es decir, “los hijos e hijas de los propietarios no pudieron continuar con el negocio”. En el caso de San Germán Record Shop, el hijo de Radamés Millán, Jesse, ha continuado con la tienda. 

Romanita’s, un restaurante puertorriqueño, se encuentra debajo de un mural comunitario en Moore Street Market.

El modelo de negocio basado en atender las necesidades de la comunidad también se encuentra en el Mercado de Moore Street. Eguady Gómez, gerente del mercado y nativo de Williamsburg, me contó cómo recuerda haber ido al mercado cuando era niño. “He visto lo que la gentrificación puede hacer en un vecindario, y el mercado es un elemento muy sensible para la comunidad”. 

Gómez ha adoptado un enfoque comercial que prioriza a los vendedores locales y el patrimonio del mercado. A los inquilinos se les ofrece un alquiler más bajo en relación con el vecindario, e incluso lograron congelar los alquileres durante los 2 años de la pandemia. De los 15 vendedores en el mercado, todos son negocios de familia. 

Los espacios culturales

El Museo De Los Sures ubicado en La calle 1era Sur.

Hay espacios que no solo encarnan la cultura boricua, sino que la celebran. 

La organización Los Sures, por ejemplo, lleva décadas luchando. Primero se fundó en 1972 para combatir desalojos ilegales. Hoy en día tiene una variedad de recursos como viviendas asequibles, un centro residencial para personas mayores y una granja hidropónica. 

Los Sures también fundó El Museo de los Sures, un espacio dedicado al arte local desde hace 10 años. Su exposición más reciente, ‘The Southside’ mostró archivos de fotos de los 70s. Chris Sroka, una voluntaria explicaba que, “algunos de los residentes mayores hicieron un gran sacrificio para obtener lo que tenemos ahora. Ver que su trabajo se considera importante es bastante significativo”.

Toñitas en una tarde tranquila.

A pocas cuadras, también queda otra institución cultural, conocida por locales como Toñitas. Este club social lleva desde los 70 como un espacio dedicado al encuentro comunal. En sus redes sociales la dueña Maria ‘Toñita’ Cai hablaba con un gran entusiasmo, “esto no es un club, ¡esto es la familia entera! Todos sienten que se conocen. Incluso cuando vienen por primera vez, sienten que te conocen”. Ocasionalmente Toñita también sirve comida gratis, convirtiendo su espacio en un comedor comunitario. 

‘South Second Street Block Association’ en 1975 con Madrina Acosta.

El Teatro puertorriqueño en 1985 y un trabajador de mantenimiento de Los Sures en 1977.

Aunque la gentrificación se ha inmiscuido en esta comunidad durante décadas, la resistencia de los boricuas en Williamsburg se ha mantenido con una fuerza igualmente singular. Estos espacios no solo contribuyen cada día a la progresión de su comunidad, sino que muestran una fuerza cultural que nunca se rinde.